“Pueblo a pueblo, hacemos más fuerte el trabajo en la producción sana de alimentos”

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  • “Pueblo a pueblo, hacemos más fuerte el trabajo en la producción sana de alimentos”

    “Pueblo a pueblo, hacemos más fuerte el trabajo en la producción sana de alimentos”

    Caracas, 3 de diciembre de 2025.- “Cuando el Comandante Chávez afirmó ‘Comuna o nada’, nos estaba entregando la respuesta: el pueblo, organizado en comunas, tiene la capacidad de proyectarse hasta los espacios más amplios e infinitos”. Así lo dijo Laura Lorenzo, coordinadora nacional del Plan Venezolano de Producción Comunitaria de Alimentos Pueblo a Pueblo, al recordar que este proyecto se ha convertido en una experiencia concreta de articulación entre campo y ciudad.

    Durante su participación en el programa radial “En clave comunal”, Lorenzo explicó que Pueblo a Pueblo nació en Carache (estado Trujillo) en 2015, inspirado en el legado de las luchas campesinas de los años sesenta y en la organización popular que ya se expresaba en la Comuna Chávez y Bolívar.

    Contó que desde allí comenzó a tejerse una red que enlazó territorios productivos rurales con comunas urbanas como El Panal 2021 y Amalivaca, ambas ubicadas en Caracas, y las mujeres organizadas de San Agustín del Sur. La lógica: acortar la distancia entre campo y ciudad, reconocerse como un solo sujeto y planificar la producción de acuerdo con las necesidades de consumo de las comunidades rurales y urbanas.

    Laura Lorenzo, quien es integrante de la Comuna Chávez y Bolívar, relató que en sus primeros cinco años de trabajo, antes de la pandemia, el plan logró distribuir más de 4,5 millones de kilos de alimentos —frutas, verduras, hortalizas, maíz y azúcar— en 251 jornadas semanales de abastecimiento comunal, atendiendo directamente a más de 300 familias. La experiencia se consolidó como respuesta a la guerra económica, generando puntos de abastecimiento alternativos y extendiendo su alcance hacia las escuelas. Desde 2018, y con mayor intensidad a partir de 2022 tras un encuentro con el presidente Nicolás Maduro, Pueblo a Pueblo atiende mensualmente a más de 100 000 niños, niñas y adolescentes en el Distrito Capital y otras ocho entidades del país, garantizando el suministro de 100 toneladas de alimentos frescos.

    Precisó que el plan Pueblo a Pueblo se sostiene fruto de la participación directa de las familias campesinas organizadas. “Aproximadamente, tenemos 450 familias campesinas que, dependiendo del ciclo productivo, aportan su producción a estos espacios”, explicó.

    La coordinadora nacional agregó que a este esfuerzo se suman las familias pescadoras del estado Sucre, quienes han fortalecido la distribución de alimentos en las comunidades. “Estamos trabajando con 20 compas de San Miguel Maconta y de Yaguaraparo que están aportando el pescado que se está distribuyendo en este momento”, señaló.

    La lucha por un “suelo vivo”

    En el desarrollo del plan Pueblo a Pueblo, la ingeniera agrónoma Laura Lorenzo destacó que uno de los aspectos más importantes ha sido el acompañamiento permanente a las comunidades y el intercambio de saberes.

    Expuso que este proceso busca contrarrestar la lógica de la agricultura “moderna”, que tiende a separar a la gente de la tierra y a imponer prácticas sintéticas y transgénicas que deterioran los suelos. “Esas prácticas están desangrando la tierra porque lo que están haciendo es dejándonos sin tierra”, advirtió.

    Subrayó que el debate productivo se centra en cómo abandonar el uso de agroquímicos —a los que llamó venenos— y recuperar la relación ancestral de cuidado con la tierra.

    Para enfrentar este desafío, el movimiento ha impulsado talleres, asambleas y reuniones en los territorios, además de iniciativas concretas como la creación de biofábricas. Dijo que estos espacios permiten a las familias campesinas producir insumos para la siembra, incluidas las semillas, reduciendo la dependencia de marcas comerciales y de importaciones.

    En conversa con la periodista Nerliny Carucí, Laura Lorenzo resaltó que actualmente hay productores en Caracas que están sembrando con semillas propias de cilantro, cebollín y ajo porro, rubros que tradicionalmente dependen de semillas extranjeras.

    La barquisimetana se refirió también a las alianzas con organizaciones campesinas de otras regiones, como los Productores Integrales del Páramo (PROINPA), cuyo trabajo en la producción de semillas de papa y otros cultivos fue reconocido este año por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

    “Pueblo a Pueblo está enmarcado en cómo hacemos más fuerte el trabajo en la producción sana de alimentos, reconociendo el papel de la tierra y que la tierra es un ente vivo. Por eso tenemos nuestro lema de ‘suelo vivo’, y es eso lo que tenemos que cuidar para garantizar la producción de alimentos en este momento y para las futuras generaciones”, afirmó Lorenzo.

    Ruralizar la ciudad

    Para Laura Lorenzo, el reto de Pueblo a Pueblo no se limita a producir alimentos, sino a transformar los imaginarios heredados de la llamada _revolución verde_, que separaron a la población urbana de la madre tierra y de la vida del campo, donde se cultivan los alimentos.

    “Aquí es muy importante el intercambio que hay, el intercambio que tiene que haber de saberes, para ir deslastrándonos de toda esa información que nos han venido metiendo desde hace mucho tiempo”, explicó.

    La comunera señaló que ese acercamiento se concreta cuando las comunas urbanas visitan los espacios productivos en Carache (Trujillo), Sucre, Yaracuy o Lara, y reconocen los lugares dónde se cultivan el tomate, la papa o la cebolla, visibilizando el papel de las familias campesinas que históricamente han sido invisibilizadas.

    Apuntó que a partir de ese contacto, las comunidades urbanas descubren que también pueden sembrar en sus propios espacios, incluso en las escuelas, donde se desarrollan iniciativas como los Conucos Escolares Carlos Lanz, impulsados por el Ministerio de Educación de Venezuela. Indicó que allí los niños producen cebollín, ají y otros rubros que necesitan para hacer los aliños.

    Lorenzo recordó que la pandemia fue un momento clave para resignificar la producción, cuando muchas familias se dieron cuenta de la importancia de volver al campo y producir alimentos básicos como huevos, carne de cerdo o conejo, además de hortalizas. “La principal herramienta que hemos tenido como plan es el acercamiento, que la gente conozca, que se conozcan las familias campesinas y las familias que consumen”, afirmó.

    De acuerdo con Laura Lorenzo, el intercambio de saberes entre el campo y la ciudad es la clave para eliminar las distancias entre ellos y consolidar la idea de que todos tienen la capacidad de producir alimentos.

    Aprendizajes junto al pueblo

    Laura Lorenzo manifestó que los aprendizajes más valiosos de estos diez años de Pueblo a Pueblo provienen directamente de la gente. Recordó que su formación académica estaba orientada a atender grandes empresas y terratenientes, pero fue el contacto con las comunidades lo que le enseñó el verdadero sentido de sembrar.

    “Con mucha humildad, aprendí de la comunidad, al igual que varios compañeros que integramos el plan. Aunque tuvimos la oportunidad de asistir a una universidad, reconocemos que quien verdaderamente nos graduó fue nuestro pueblo. Un pueblo humilde —y digo humilde, porque lo es en esencia—, por cuanto sabe compartir sus conocimientos”, afirmó.

    Enfatizó la capacidad de las familias campesinas para planificar una siembra en minutos, a partir del conocimiento que tienen sobre los ciclos de la madre tierra. “Yo creo que uno de los momentos que más orgullo nos da de tener este contacto directo es cuando te sientas a planificar una siembra y llega uno de nuestros compañeros campesinos: en apenas quince minutos te elabora todo lo que a nosotros, como ingenieros, nos tomaría buscar información, revisar y consultar libros. Ellos lo hacen en quince minutos”, subrayó.

    Para Lorenzo, esa sabiduría práctica ha sido fundamental para sostener el plan frente a la agresión del imperialismo occidental contra el país. “Los pueblos se mantienen, los pueblos resisten. Y nuestro pueblo, independientemente de toda esa guerra, sigue sembrando”, destacó.

    La comunera relató que, pese a los problemas con el combustible o las semillas (como consecuencia de los efectos de la agresión imperialista contra Venezuela), las comunidades siempre han encontrado soluciones. Esa capacidad de resolver y de mantener la producción ha sido clave para enfrentar la propaganda y las adversidades.

    “Cuando aquí nos escondieron los alimentos, cuando la gente tenía que hacer cola y no había harina precocida, ni pasta, ni arroz, estaba entonces la auyama, la papa, la zanahoria, la yuca. O sea, estaba nuestro pueblo produciendo”, evocó.

    Laura Lorenzo aseguró que esa resistencia productiva es la mayor enseñanza de un pueblo que garantiza la continuidad de la vida y la soberanía alimentaria.

    Cultivos y producción comunitaria

    En su balance, Laura Lorenzo detalló la diversidad de alimentos que se producen actualmente bajo el plan Pueblo a Pueblo en distintos territorios del país. En el estado Mérida, específicamente en Santo Domingo, se cultivan zanahoria, papa, remolacha, cebolla, cebollín y cilantro. En Barinitas, en el municipio Bolívar, estado Barinas, la producción se centra en el plátano y se articula con la atención de las escuelas, integrando el trabajo productivo con la formación educativa.

    En Portuguesa, la Comuna Chiriguare en Ospino impulsa la siembra de topocho, plátano y yuca, mientras que en Lara la producción se extiende por los municipios Jiménez, Morán e Iribarren, con rubros como cambur, cebolla, calabacín, pepino, remolacha, cebollín y apio España.

    La coordinadora nacional del Plan Pueblo a Pueblo resaltó también el trabajo en Yaracuy, en el municipio Veroes, considerado cuna afrodescendiente, donde se producen plátano, auyama y yuca. En Anzoátegui, el municipio Anaco ha activado la producción de maíz y hortalizas como calabacín y pepino. En Sucre, el plan se desarrolla en la zona costera de Cruz Salmerón Acosta y Yaguaraparo, con camarones y pesca artesanal, además de experiencias en Carúpano con pescadores/as organizados/as.

    “También hemos tenido un contacto productivo en el estado Cojedes, donde la gente está produciendo. Allí destacan cultivos de melón, yuca y apio; en fin, todo ese esfuerzo productivo que enlaza la zona cercana del llano con la parte central, y que se trabaja junto a los compañeros de la región”, dijo.

    En Caracas, se cultivan hortalizas como cebollín, apio España, ajo porro, tomate, pepino y calabacín.

    Laura Lorenzo agregó que, en el Distrito Capital, Pueblo a Pueblo trabaja en la Cota 905 atendiendo escuelas y proyectando la recuperación de zonas forestales y siembra junto a la Comuna Soberanía y Libertad. También se articulan iniciativas con la Comuna Sueño de Zamora en la parroquia El Valle, con la Radio Negro Primero en la parroquia Altagracia, donde se realizan intercambios de saberes.

    El agua como derecho humano

    Para Laura Lorenzo, coordinadora nacional del Plan Pueblo a Pueblo, el debate sobre el agua ocupa un lugar importante en las discusiones de este movimiento. Refirió que ya se han realizado tres conversatorios —en la Cota 905, en la parroquia La Vega y en San Agustín del Sur— donde se aborda el agua como un derecho humano y no como un negocio. “Para los grandes consorcios internacionales, el agua es un negocio: no es un derecho humano”, advirtió.

    Explicó que, junto a compañeros del Instituto Nacional de Parques (Inparques), se han impulsado actividades para proteger las zonas de amortiguación en los parques nacionales, donde nacen ríos y montañas vitales para el abastecimiento. Con acciones de reforestación y cuidado comunitario, señaló que Venezuela aún está a tiempo de evitar el escenario que ya viven otros países, donde el agua se comercializa como un bien de lujo.

    “Aquí en Venezuela todavía estamos a tiempo de detener esos procesos de destrucción, en especial los originados por la deforestación y por el mal cuidado que algunos conglomerados humanos han tenido con el agua, producto de los imaginarios modernos. Precisamente porque estamos a tiempo, podemos revertir los daños que ya se han iniciado en lo que respecta al recurso hídrico. Y, por supuesto, debemos garantizar que nuestras comunidades campesinas, así como las que habitan en urbanizaciones y zonas urbanas, tengan acceso al agua. El agua es un derecho humano”, declaró.

    En su meditación, Laura Lorenzo reafirmó que el agua es un elemento esencial para la vida y para la producción de alimentos, por lo que ocupa un lugar central en las discusiones de las comunas. “Sin agua nosotros no podemos vivir, ni producir alimentos”, afirmó.

    Ilustró que en varios proyectos se ha incorporado la práctica de la siembra de agua, a través de la reforestación de las orillas de los ríos y la plantación de frutales como el aguacate, acciones que ayudan a preservar las fuentes de agua.

    Acentúo la importancia de reflexionar sobre cómo los sistemas productivos inciden en el uso del agua y la necesidad de evitar su desperdicio. “Las plantas consumen agua y así tienen un consumo limitado; no necesitan agua de más”, señaló.

    La ingeniera Laura Lorenzo indicó que estos procesos de conocimiento se fortalecen mediante talleres y actividades en los territorios donde están asentadas las comunas productivas. “Es necesario, sobre todo en lo que respecta a la canalización del agua de lluvia y al respeto de sus ciclos. Nosotros no contamos con cuatro estaciones, sino con un ciclo de lluvias y un ciclo seco; de allí surge la pregunta de cómo realizar la planificación en función de la disposición de agua existente”, expresó.

    La descolonización del estómago

    Según Laura Lorenzo, uno de los desafíos más profundos de Pueblo a Pueblo es transformar los patrones de consumo impuestos por la lógica de los alimentos ultraprocesados y recuperar la tradición culinaria autóctona. “¿Cómo descolonizamos y cómo cambiamos esos patrones introducidos de consumo que han afectado nuestra producción nacional?”, planteó.

    Recordó que muchos rubros como el quinchoncho, los distintos tipos de frijol o la arepa pelá fueron desplazados por productos industrializados.

    Explicó que este proceso se trabaja en talleres y encuentros comunitarios, donde se promueve la consigna de “comer lo que producimos”, de acuerdo con prácticas responsables con la madre tierra. Para ello, el movimiento Pueblo a Pueblo ha elaborado dos recetarios y avanza hacia un tercero, con un enfoque en la cocina conuquera, que busca rescatar los olores, sabores y colores de la comida tradicional, así como la práctica de comer en familia y en comuna.

    Lorenzo señaló que se han incorporado procesos mínimos de transformación de alimentos, como la hidratación y los encurtidos, para prolongar su vida útil y diversificar la dieta. Entre los productos que se están presentando, figuran pasta de tomate y encurtidos de calabacín y pimentón, elaborados directamente por las comunidades.

    “Así vamos recuperando lo sabroso que es comer en comuna y lo sabroso que es comer lo que estamos produciendo, de acuerdo con nuestras formas de cultivar, además con todos esos colores hermosísimos que tienen nuestros cultivos tanto en el campo como cuando los llevamos a la mesa”, afirmó.

    Para culminar su participación en el programa “En clave comunal”, la coordinadora nacional del Plan Venezolano de Producción Comunitaria de Alimentos Pueblo a Pueblo, Laura Lorenzo, dejó a disposición su contacto celular para los que quieran interactuar con este movimiento venezolano: +58 0416-5603187.

  • Educador popular: Hay que saber trabajar los métodos de crianza de la comunidad con los más jóvenes

    Educador popular: Hay que saber trabajar los métodos de crianza de la comunidad con los más jóvenes

    Caracas, 15 de octubre de 2025.- “En la ciudad, desde las cosmovisiones de los pueblos indígenas, tenemos un modo de recuperar las prácticas de diálogo y conversación con la madre tierra”. Así lo dijo Juan Carlos Nina Bautista, educador popular boliviano, en el programa “En clave comunal”.

    Juan Carlos Nina Bautista, conocido como Archi, es especialista en Ciencias Jurídicas y promotor de líderes juveniles con un enfoque comunitario en barrios populares de la ciudad de La Paz, en Bolivia, y fue uno de los más de doscientos cincuenta invitados del extranjero que asistieron al Congreso Internacional en Defensa de la Madre Tierra realizado hace unos días en Caracas.

    Nina Bautista relató que las sabidurías ancestrales no están ausentes en los espacios urbanos, sino que habitan las ciudades, especialmente en sus periferias. En La Paz, Bolivia, la experiencia de los yapus urbanos —espacios de siembra bajo un sentido ancestral— surgió como propuesta para construir ciudades interculturales desde los saberes indígenas.

    “La ciudad de La Paz es una hoyada, donde el centro de la ciudad está más o menos al fondo de la hoyada y en las periferias existen unas quebradas donde se sube y se baja a los hogares a través de las gradas. Una de estas gradas conduce hacia El Alto, donde comienza el altiplano y, con él, la expansión de esta otra ciudad colindante. Nosotros, desde nuestra experiencia, impulsamos los yapus urbanos como una propuesta de sabiduría indígena aplicada a los espacios urbanos, orientada a la construcción de ciudades verdaderamente interculturales”, contó.

    Nina Bautista contó que la iniciativa nació tras la observación de una jardinera pública, mientras bajaba unas gradas, donde una pobladora llamada Sonia, una mujer de pollera (una indumentaria cultural andina de los Andes), cultiva papa, repollo, zanahoria y cebolla como forma de cuidado comunitario.

    La joven boliviana le dijo a Nina Bautista: “La mejor forma que yo tengo de cuidar la jardinera es sembrar”.

    Narró que fue en ese momento cuando se le ocurrió la idea de impulsar un proyecto para sembrar y cosechar papa en la ciudad. “Así nació esta iniciativa de siembra y cosecha de papa en espacios urbanos, en territorios populares, como forma de recuperar prácticas ancestrales en la ciudad”, manifestó.

    El educador popular expuso que, inicialmente, le llamaban huertos urbanos a estas jardineras; pero, después, se dieron cuenta de que eran diferentes. Señaló que en estos huertos había algo que no coincidía con el nombre, porque habían visto huertos urbanos en otros espacios.

    “Le preguntamos nuevamente en el proceso a doña Sonia: ¿Qué es lo que usted hace antes de sembrar, porque es con saberes ancestrales? Entonces queríamos saber las características de esos saberes ancestrales. Y ella nos dice: ‘Lo primero que yo hago es pedirle permiso a la madre de tierra y darle un pago a la tiramama’ ―así ella le pone el nombre a la madre de tierra―. ¿En qué consiste? Consiste en colocar un pedazo de sebo de llama con cuatro hojas de coca. Cava unos 20 centímetros ―o 15 centímetros― en el centro de la jardinera, lo coloca y lo tapa. Le echa un poco de vino y le dice que dé buena siembra, que se sirva la tierra para que ella luego nos sirva de papa. Y así es como ella hace su pequeño ritual pidiendo permiso. Y posteriormente, en un mes, empieza a sembrar”, explicó Juan Carlos Nina Bautista.

    ‘Yapus’ urbanos’

    Juan Carlos Nina “Archi” Bautista relató que el seguimiento al ciclo agrícola de doña Sonia reveló una dimensión espiritual y comunitaria que trasciende la técnica de cultivo.

    “Les cuento todo esto porque, después de que desarrollamos todo el ciclo agrícola, acompañando a doña Sonia en el seguimiento de su siembra de papa, en ese proceso, notamos que la papa, se siembra más o menos entre octubre y noviembre, y que hacia febrero comenzamos a tocar música tarqueada para cantarles a las flores de esa jardinera. Doña Sonia decía que había que cantarle. Entonces tuvimos que aprender a tocar, y preguntamos a los vecinos quiénes sabían música. Salieron los abuelos, y así empezamos a tocar. Ya para mayo, más o menos, comenzamos la cosecha de la papa”, subrayó.

    La reflexión colectiva llevó a resignificar el espacio como yapu urbano. “Hay muchos pasos que deben seguirse en este ciclo agrícola para la siembra y crianza de la papa. Una vez concluido todo ese proceso, nos preguntamos: ¿todo lo que hemos hecho es un huerto urbano en la ciudad? Con algunos amigos comentamos que no, que no se trata de una chacra urbana. En Aymara, ‘chacra’ se dice yapu. Entonces dijimos: en las comunidades rurales se les llama yapus a las chacras donde se siembra papa. Es decir: chacra en aymara significa el espacio de tierra destinado al cultivo de papa en el área rural”, detalló.

    Precisó que, en el caso de la ciudad, serían yapus urbanos: chacras o espacios de tierra donde se siembra papa en contexto urbano. “Y ahí está la diferencia: mientras los huertos urbanos pueden incorporar técnicas sustentables desde la ecología, los yapus urbanos se cultivan exclusivamente con saberes y prácticas ancestrales. Esa es la diferencia. Por eso los hemos denominado yapus urbanos. Realizar esta operación permite recuperar lo que ya existe en el barrio”.

    El boliviano aseguró que, desde esta visión, “tenemos un modo de recuperar las prácticas de diálogo y conversación con la madre tierra, desde los pueblos indígenas en la ciudad”.

    Señaló que la falta de respeto hacia la naturaleza no humana nos ha llevado a la crisis ambiental global que hoy afecta a la vida toda.

    Crianza y disputa en la ciudad

    Juan Carlos Nina Bautista, promotor de líderes juveniles con un enfoque comunitario en barrios populares de la ciudad de La Paz, explicó que el proceso de recuperación de prácticas ancestrales en espacios urbanos se articula mediante el método del uywaña.

    Uywaña significa ‘crianza’ o ‘criador’. La crianza tiene la característica de amparar, cuidar, aportar, ayuda, constituir al otro, contagiarle la amistad, el amor, el estar bien, el sonreír, el llorar. Todo lo que puede hacer una persona cuando está junto a otra, pero también es recíproca; quiere decir que aprende del otro, se deja constituir por sus características”, indicó.

    Enfatizó que este método ancestral, practicado por los abuelos para cuidar la tierra, los ríos y las montañas, contrasta con el método moderno de la ciudad, que convierte la naturaleza no humana en objeto de dominio: cemento, ladrillos, gradas, asfalto.

    “Se combinan dos métodos: no se trata solo de disputar la ciudad, sino también de criar. Nuestros pueblos han aprendido a convivir con ambos: el método de la lucha y el método de la crianza, incluso en el acto de constituirse mutuamente con el opresor. Quiere decir que en momentos donde la ciudad excluye, viola tus derechos, intenta que olvides tus prácticas culturales. Nuestras ciudades luchan”, reflexionó.

    Expansión de los ‘yapus’ urbanos

    Juan Carlos Nina Bautista, especialista en Ciencias Jurídicas, dijo que la experiencia iniciada con doña Sonia se multiplicó.

    “Con doña Sonia arreglamos el cerco, y desde el proyecto decidimos construir algunos más; habíamos planteado hacer unos treinta cercos para treinta jardineras. Justo vino la pandemia, y como la gente tuvo un poco más de tiempo, empezaron a mirar y a preguntar por qué le colocábamos cerco a la vecina. Les decíamos: porque la señora siembra papa, y lo hace con saberes ancestrales. Entonces alguien decía: ‘Yo también puedo hacerlo, yo vengo de tal provincia, de la provincia Camacho, o de otras’. Y ahí tuvimos que adecuar el método, diversificar las formas de siembra y cosecha”, contó.

    Declaró que las formas de siembra y cosecha de cada territorio son particulares. “La siembra no se realiza en una fecha única, sino en ciclos y cada una con sus propias prácticas, con sus propios rituales y con sus lógicas. En cuatro vacíos de la ladera oeste del macrodistrito Cotahuma, desarrollamos 200 yapus, donde pudimos cosechar 150 arrobas de papa, entre todos los pobladores”, ilustró.

    Además, Nina Bautista informó que se implementaron yapus escolares en dos colegios, como estrategia pedagógica para que los jóvenes dialoguen entre los conocimientos ancestrales. “En diálogo de saberes con los conocimientos occidentales, más urbanos, para sus carreras profesionales. Para que no dejen de sembrar papa: ese tubérculo que nos ha acompañado durante ocho mil años, que tiene su propia antigüedad y que cuenta con más de cuatro mil variedades en los Andes”, resaltó.

    Juventud, música y pedagogía comunitaria

    Juan Carlos Nina Bautista explicó que, si bien la mayoría de participantes en los 200 yapus urbanos eran familias adultas —parejas de 40, 50 y 60 años—, la incorporación de jóvenes fue clave para dinamizar el proceso; de hecho, Sonia es una mujer menor de 35 años

    “Con los jóvenes con quienes luego conformamos un grupo juvenil, comenzamos a recuperar la música, los tejidos y a dinamizar —a ‘juvenilizar’— todo lo que implica la biodiversidad, a acompañar los procesos de crianza de quienes sabían sembrar y cosechar. Se dio entonces una transmisión intergeneracional de saberes y prácticas, pero con los jóvenes el método es otro: debe ser más juvenil, más alegre, más musical”, platicó.

    Contó que jóvenes de entre 15 y 25 años participaron en la creación de música: “Música para la siembra, música para la cosecha, música para la fiesta de Todos los Santos. Con ella, se empezaron a recuperar muchas otras cosas, muchas otras diversidades que habitaban en el barrio. Y con los jóvenes, simplemente fue natural: se acercaban por el deseo de aprender música, por conocer estas prácticas culturales”.

    Adicionalmente, Nina Bautista señaló que los yapus escolares en dos colegios permitieron integrar el método del uywaña —la crianza— al plan curricular, en diálogo con la Ley de la Educación Avelino Siñani-Elizardo Pérez. Los profesores, que son también pobladores y padres de familia, aprendieron que no se trataba de enseñar a sembrar, sino de permitir que los estudiantes se convirtieran en profesores de prácticas ancestrales. “Decidimos ir al revés y aprender de ellos”, afirmó.

    “Hemos construido nuestro método y aprendimos las diversas lógicas, que puede ir de abajo hacia arriba, y el cambio también puede venir de arriba hacia abajo con el tema de la descolonización, y llegar también hasta la crianza. Compartir desde abajo y llegar a la descolonización haciendo categorías de nuestras prácticas culturales, como es el caso de los yapus urbanos y las ciudades conviviales sobre el vivir bien”, sintetizó.

    De la resistencia a la propuesta: categorías del vivir bien desde la crianza

    En conversa con la periodista venezolana Nerliny Carucí, el educador popular Juan Carlos sostuvo que los pueblos indígenas en Bolivia han trabajado históricamente con dos métodos: el de la lucha —resistencia, disputa, liberación— y el de la crianza —constitución mutua, contagio afectivo, aprendizaje recíproco.

    Explicó que la crianza no es solo cuidado, sino también diálogo espiritual y político. “Somos cristianos, pero también dialogamos con los cerros, con las montañas”, reafirmó.

    Nina advirtió sobre la romantización de la resistencia como forma de vida permanente. “Hay que saber dónde trabajar los métodos educativos, principalmente en lo urbano, sin olvidar que hay personas que se dedican con más fuerza también a la resistencia. Pero no se puede resistir todo el tiempo: la revolución pasa, y hay que saber vivirla. La liberación y la revolución no son modos de vida permanente, lineal. Por eso, tras la liberación, viene el tiempo de la crianza: constituirnos uno al otro, recuperar la biodiversidad. No basta con luchar; hay que proponer un proyecto de sociedad. En nuestro caso, ese proyecto es el vivir bien”, expuso.

    Instó a plantear otras categorías sobre justicia, derecho, educación, economía, economías plurales. “Ahí es donde un poco va la ofensiva, pero desde un modo creador, no desde un modo opresor”, añadió.

    Disputar los imaginarios

    Juan Carlos Nina Bautista manifestó que la lógica de dominación, heredera de la colonialidad, sigue operando en la forma en que se perciben las prácticas culturales originarias. “Ese enfoque de ver lo cultural como retraso siempre está ahí”, dijo.

    “Ahí entra el método de la disputa y la resistencia, pero también el momento de proponer, teorizar y proyectar las tecnologías andinas hacia el siglo XXI como formas de vida que respondan a los problemas actuales. Todo depende de cómo se transmitan esos saberes: si se reducen a prácticas únicamente antropológicas, sin propuestas de vida, un poco demagógicas, sino simplemente de forma, entonces, sí puede parecer como un atraso, y que no aporta a la vida del siglo XXI, con todas estas transformaciones tecnológicas, digitales, etcétera; y, más bien, tienes que sistematizar y teorizar las tecnologías culturales —en nuestro caso, tecnologías andinas—, pero tienen que ser muy bien trabajadas”, planteó.

    Dijo que el reto es evitar que lo ancestral sea reducido a una forma sin contenido, sin horizonte.

    Reproducir vida

    Para finalizar, el educador popular Juan Carlos Nina Bautista agradeció al programa “En clave comunal” y a la Comuna venezolana por el espacio de diálogo y reciprocidad.

    Expresó su deseo de que experiencias como la de los yapus urbanos puedan replicarse en otros territorios de los Sures globales, como parte de un horizonte compartido donde sea posible convivir con la madre tierra, cultivar esperanza y reproducir vida en lugar de guerras.

  • Investigador venezolano: La solución al problema ecológico es comunal

    Investigador venezolano: La solución al problema ecológico es comunal

    Caracas, 10 de octubre de 2025.- “Nosotros formamos parte de la naturaleza. Cuando dejamos de reconocer a la naturaleza como sujeto, como madre, y la consideramos un ‘recurso’ o como ‘algo’ que está para servirnos, la reducimos a una función meramente operativa”. Así lo dijo Pedro Borges, ecólogo venezolano, en el marco de su reflexión sobre la crisis ambiental global.

    Para el investigador caraqueño, el problema central radica en la desacralización de la naturaleza no humana, entendida no como una noción religiosa, sino como el desconocimiento de su valor en sí misma. “Cuando uno dice que algo es sagrado, está reconociendo que tiene una importancia en sí misma ―no porque sea útil o funcional, sino porque tiene un valor propio―”, explicó.

    Esto ha generado una visión instrumental de lo que nos rodea, donde la naturaleza no humana se trata como un objeto reemplazable, “como una nevera que sirve mientras enfría, y que se cambia cuando deja de hacerlo”, ilustró.

    Borges expresó que, si viéramos a la naturaleza no humana “como un sistema del cual formamos parte, y que debe estar saludable no solo porque nos afecta, sino porque tiene valor en sí misma, la trataríamos de forma muy diferente”, afirmó.

    “Tenemos un sistema capitalista que se basa en el lucro, donde todo funciona en términos económicos. Es el capitalismo —o su peor expresión, el neoliberalismo— el que le pone precio a todo y deja de valorar las cosas por su esencia intrínseca”, aclaró.

    Visión instrumental de la naturaleza

    Durante su participación en el programa “En clave comunal”, Pedro Borges, biólogo venezolano, sostuvo que la raíz de la visión de objeto de la naturaleza está en el hecho de que no la reconocemos como madre tierra. “Por eso, la expresión madre tierra es tan hermosa, porque apunta a la sacralización, al respeto profundo de la Tierra como una madre, como una de las cosas más importantes que tenemos, de las que además formamos parte”, reafirmó, en la antesala del Congreso Mundial en Defensa de la Madre Tierra.

    Para el especialista, esta ruptura se inscribe en un proceso histórico más amplio: la modernidad. “La modernidad se basó en separar, en fragmentar todo, entre otras cosas, al ser humano y a la naturaleza”, explicó.

    Detalló que esta fragmentación dio paso a una lógica individualista, donde cada cosa es valorada en función de su utilidad para el sujeto. “Cuando los demás dejan de importar —cuando solo importo yo, o exclusivamente quienes me rodean—, comienzo a percibir todo lo demás como un instrumento para mi supuesta felicidad. Entonces, vamos fragmentando todas las cosas y considerando cada cosa en función de lo que me sirve a mí. Si no me sirve a mí, no tiene sentido. Por eso, esa visión del servicio ecosistémico”, sintetizó.

    Desafíos ecológicos

    Sobre el territorio, Pedro Borges, investigador del Centro de Estudios de la Crisis Ambiental Global del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), señaló que, desde la lógica capitalista, este también es reducido a un recurso funcional.

    “Estoy aquí porque me conviene, pero si no, me voy a otro lado”. Lamentó esta visión arraigada en parte de la juventud, que desconoce el valor afectivo e histórico del lugar de origen. “El lugar donde tú naces es importante”, subrayó.

    Indicó que, desde el horizonte comunal, el territorio no solo provee sustento, sino que permite articular vínculos con quienes comparten la misma matriz de vida. Esta dimensión es clave para enfrentar los desafíos ecológicos, que —según Borges— no tienen solución desde lo individual. “Esa es otra trampa del neoliberalismo y del capitalismo. El problema se resuelve en comunidad (y con la comunidad), o no se resuelve”, aseveró.

    No toda herramienta tecnológica es válida

    El investigador Pedro Borges reconoció que la tecnología tiene un rol en la comunicación y en la vida cotidiana, pero advierte sobre el riesgo de convertirla en una falsa solución, especialmente si parte de la lógica moderna/colonial. “Yo no estoy en contra de la tecnología. Lo que estoy en contra es pensar que la tecnología va a ser así como el gran dios que va a permitir que hagamos siempre lo mismo, pero sin dañar el ambiente”, argumentó.

    Frente a la crisis ambiental global, el ecólogo cuestionó las respuestas que se limitan a sustituir dispositivos sin transformar las lógicas de vida. “Eso es una gran trampa. Por ejemplo, el uso de los automóviles. Sabemos que los combustibles fósiles son fuente de gases de efecto invernadero que calientan la atmósfera. ¿La solución son los carros eléctricos? No, la solución es reorganizarnos de forma tal que, utilizando lo que podemos utilizar sin dañar el ambiente, podamos satisfacer nuestras necesidades de transporte. Pero eso implica una transformación de la forma en cómo hacemos las cosas”, sostuvo.

    Advirtió que no toda herramienta tecnológica es válida ni todo producto tiene sentido, especialmente cuando se originan desde una civilización de muerte como la modernidad. “¿Para qué estamos usando las herramientas que tenemos?”, se preguntó, al cuestionar el uso de transgénicos como una solución a la crisis alimentaria.

    “Ese tipo de modificaciones conlleva numerosos problemas. Al alterar genéticamente una especie, se genera prácticamente una nueva, que se introduce en un ecosistema donde nunca antes ha existido. No se sabe con certeza qué consecuencias puede tener. De hecho, una de las principales causas de pérdida de biodiversidad es la introducción de especies exóticas. Sin embargo, se intenta convencer a la población de que el verdadero problema es la necesidad de producir alimentos para una población en constante crecimiento”, resaltó.

    No obstante, el biólogo desmontó ese argumento con datos contundentes: “El mundo ya produce mucho más alimento del que necesita. Un tercio de toda la comida que se produce en el mundo se bota. Se bota porque, de repente, por ejemplo, una cadena de hamburguesas cocinó cuatro piezas de carne y llegó solo un cliente, y las otras cuatro piezas las botó. O porque botas un cambur, porque tiene tres manchitas negras y no te gustó. Y te digo que, en el mundo, más o menos un quinto, un sexto de la población pasa hambre. Si usted hace un pequeño ejercicio matemático, un tercio es mucho más grande que un quinto”.

    En tal sentido, el científico aseguró que “tenemos un problema que no vamos a resolver con tecnología. Lo que tenemos es que distribuir mejor el alimento”.

    Reconectar con la vida

    Pedro Borges, ecólogo venezolano, sostuvo que uno de los pasos fundamentales para enfrentar la crisis ambiental global es reconectarse con el territorio, pero no con el cemento que pisamos, sino con el ecosistema del que formamos parte. “El sistema ecológico es como una red, incluso podría decir como una familia, para expresarlo más románticamente”, afirmó.

    El caraqueño dijo que la causa principal de la crisis ambiental global es la sobrecarga que el sistema moderno impone al sistema ecológico, contaminando aguas, suelos y alterando los ciclos naturales.

    Para ilustrar el daño ambiental, Borges recurrió a una metáfora: “Contaminar las aguas es como orinar el plato de sopa que tú vas a beber después”.

    Entre los elementos más afectados, menciona los ciclos del nitrógeno y el fósforo, nutrientes esenciales para las plantas y para los seres humanos. “Si esos ciclos se distorsionan, la vida no se hace posible”, alertó.

    “La vida es como un gran proceso que fluye de unos elementos a otros y que nos permite a todos estar vivos”, expresó, al describir la interdependencia entre plantas, insectos, nutrientes y energía solar. Reiteró que la ruptura de estos vínculos —por contaminación, sobreexplotación o monocultivo— amenaza la continuidad de la vida en el planeta.

    Subrayó que, aunque todos los seres humanos contribuyen de algún modo con la crisis ambiental, las responsabilidades son diferenciadas. Un ejemplo clave es la agricultura. Mientras la agricultura indígena establece una “relación amorosa con la naturaleza”, basada en diversidad, recuperación del bosque y respeto por la madre tierra, la agricultura industrial impone una “relación de violación”: monocultivos extensivos, uso intensivo de fertilizantes y plaguicidas, y destrucción del suelo. “Al final terminamos con un pedazo de suelo muerto que no permite la vida ni la producción de alimentos”, advirtió.

    Frente a esta lógica de muerte, el investigador propuso aprender de la agroecología y de los principios indígenas. “Podemos tomar ciertos elementos, pero aquí necesitamos construir una propuesta que sea verdaderamente nuestra, arraigada en el territorio y sustentada en esos principios”, declaró.

    Para Pedro Borges, todo diseño territorial —desde el uso del agua hasta la generación de energía— debe partir de preguntas fundamentales: ¿de dónde viene?, ¿hacia dónde va?, ¿qué ocurre durante su uso?, ¿de dónde va a venir esa energía? ¿Cómo se está produciendo esa energía?

    El conuco como saber ecosistémico

    Pedro Borges, investigador del Centro de Estudios de la Crisis Ambiental Global, acentúo que recuperar los valores éticos de la cosmovisión indígena exige primero conocerla desde otras perspectivas, libres de prejuicios. Un ejemplo es el conuco.

    Explicó que el conuco indígena opera en ciclos largos y articulados. Se abre uno nuevo cada año, pero siempre hay conucos de distintas edades, lo que permite una rotación planificada de semillas y especies.

    El científico resaltó que uno de los aspectos más complejos en el conuco es el manejo del fuego. Borges relató que las quemas no son desorganizadas, sino parte de un proceso que permite reincorporar nutrientes al suelo mediante las cenizas.

    Para Borges, el conuco es prueba de una cultura con saberes milenarios que han sostenido la vida sin destruir la madre tierra. “No tienen artículos publicados en revistas científicas en inglés, pero hay un conocimiento profundo que está más que demostrado, porque tiene miles de años de existencia. En cambio, la civilización moderna, con todos sus conocimientos, tiene cientos de años y ya está acabando con el planeta”, recalcó.

    Ecología de saberes

    El investigador venezolano Pedro Borges indicó que uno de los desafíos centrales en el abordaje de la crisis ecológica es la imposición de la ciencia moderna como único sistema válido de conocimiento.

    Aunque admitió su utilidad para responder ciertas preguntas, declaró que no todos los problemas se resuelven desde la misma perspectiva. “Hay diferentes preguntas que se responden de diferentes maneras, y hay diferentes formas de enfocar los diferentes problemas”, apuntó.

    Aseveró que la visión dominante tiende a “validar” otros saberes solo si se ajustan a sus propios criterios, lo que perpetúa una jerarquía epistémica. “Si contamos con varios sistemas de saber, ¿por qué privilegiar uno por encima del otro? Lo que se busca es un verdadero diálogo de saberes —o, como prefiero llamarlo, una ecología de saberes—, semejante a un ecosistema donde todo se vincula y se transforma”, comentó.

    El ecólogo afirmó que un diálogo honesto entre saberes es imposible si las estructuras que conforman el saber científico son racistas. “Si son racistas es imposible, por supuesto”, dijo.

    Manifestó que el diálogo entre un científico occidental y un sabio yanomami, por ejemplo, no es sencillo, porque implica formas distintas de pensar, sentir y conocer.

    “Lo importante es que exista voluntad y respeto. Solo entonces podemos emprender un camino que, aunque no es fácil, resulta fructífero: puede ayudarnos a resolver los problemas reales que enfrentamos. Porque la ciencia moderna —a pesar de sus avances y logros— ha contribuido a la destrucción del planeta en apenas unos pocos siglos. Obviamente, hay mucho que aprender de otras formas de conocimiento, pero ese aprendizaje solo puede comenzar desde el respeto”, reflexionó Pedro Borges.

    Imaginarios del progreso y la soberanía alimentaria

    El científico caraqueño Pedro Borges denunció que uno de los obstáculos para recuperar los sistemas alimentarios autóctonos es el imaginario dominante del progreso, asociado a los modelos de consumo globalizados.

    “Es uno de esos imaginarios engañosos, yo diría que venenosos, porque el ‘progreso’ está en lo que vemos por televisión. Yo veo la última serie gringa y quiero lo que ahí se muestra, o sea, ahí está el progreso. Entonces, ‘sí, yo puedo comer arepa de yuca, pero eso es porque estoy en una crisis. Cuando yo pueda volver a comprar mi hamburguesa, me como mi hamburguesa’. Y esa es la forma en que nos tienen atrapados. Y fíjate que hay mucha falsedad en eso”, deliberó.

    Frente a esa visión, el ecólogo reivindicó los tubérculos como el ñame y la yuca, cultivados históricamente en Venezuela, y denunció su desprecio sistemático por parte del sistema capitalista.

    Criticó que el sistema agroindustrial privilegia la homogeneidad y la rentabilidad: una papa de tamaño estándar, cultivada masivamente con pesticidas, procesada en máquinas y convertida en papas fritas con exceso de sal.

    “Un conuco no es muy rentable desde el punto de vista de ganar dinero, pero nos puede mantener perfectamente felices y bien alimentados, y enfatizo lo de felices porque, además, el conuco indígena no es solo una forma de producción de alimentos, es un espacio de vida”, reafirmó.

    La Comuna como respuesta ecosistémica

    Pedro Borges sostuvo que la principal relevancia de la Comuna frente a la crisis ambiental global radica en su capacidad de generar comunidad vida. “Estoy en un territorio con un grupo de personas con el que comparto la vida. Hay necesidades y todos queremos que las necesidades colectivas sean satisfechas, no solo las mías”, apuntó.

    Concluyó que “la respuesta al problema ambiental comienza por generar comunidad: una comunidad en la que exista conexión con el territorio y preocupación por los otros seres humanos que allí habitan. Entonces, ¿qué es lo principal? Planificar en comunidad y orientarnos hacia la sustentabilidad, o sea, hacia formas de vida que no distorsionen, perturben ni destruyan los sistemas que permiten la vida”.

  • “La comuna es el camino para transformar el territorio”

    “La comuna es el camino para transformar el territorio”

    Caracas, 17 de septiembre de 2025.- “Para poder mandar bien, debemos obedecer la decisión del pueblo, porque somos nosotros —somos ese pueblo— quienes conocemos, comprendemos y vivimos las situaciones de cada territorio”. Así lo dijo Betzaida Cedeño, enlace de la Sala de Autogobierno de la Comuna Ecológica Sueño del Comandante Eterno Hugo Chávez Frías, ubicada en Carúpano, municipio Bermúdez del estado Sucre.

    Desde la experiencia territorial, Cedeño relató el proceso organizativo que dio origen a la comuna. Destacó su arraigo en los consejos comunales y la disposición transformadora que ha sostenido este proyecto desde 2008.

    “La experiencia que tenemos acá en esta comuna ha sido grande y extensa. Aquí estamos, siempre tratando de cambiar la situación de nuestras comunidades, de nuestra gente”, señaló Betzaida Cedeño, durante su participación en el programa “En clave comunal”, moderado por la comunicadora Nerliny Carucí.

    La comunera reconoció el impulso reciente que ha permitido reactivar procesos comunales en el territorio. En ese contexto, destacó el papel del sistema de consultas como herramienta de participación directa: “Esto ha sido una maravilla para nosotros: los comuneros y las comuneras”.

    La Comuna Ecológica Sueño del Comandante Eterno Hugo Chávez Frías abraza a más de 1200 familias, y se reconoce como una comunidad en resistencia. En ese sentido, expresó que la dinámica asamblearia constituye el núcleo del ejercicio participativo, donde la toma de decisiones se basa en el mandato colectivo.

    “El mecanismo es ese: mayoría. La mayoría nos reunimos, explicamos los procesos, lo que queremos hacer, la visión que tenemos en la comunidad con algún proyecto, con alguna decisión que se tenga que tomar, y bueno, el pueblo decide. Es así, es el mandato”, manifestó Betzaida Cedeño.

    El territorio como enclave estratégico del poder popular

    Desde la diversidad territorial del estado Sucre, Sandino Marcano, director general de la Oficina Estratégica de Seguimiento y Evaluación de Políticas Públicas del Ministerio del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales, identificó dos dinámicas comunales: las urbanas, como las de Cumaná, orientadas a la resolución de servicios básicos en el marco de la Segunda Gran Transformación; y las rurales, con fuerte vocación productiva, como el Circuito Comunal Campo Elías en Tunapuy, donde se desarrollan iniciativas de cría de cochino, cultivo de tilapia y producción de cacao.

    “Son 224 comunas y circuitos comunales que están en ese enclave territorial que tenemos ahí en el estado Sucre. Son comunas vanguardia porque se han sumado rápidamente al proceso y al llamado que hizo el presidente Nicolás Maduro en el marco del sistema de gobierno de la instalación de las Salas de Autogobierno”, detalló.

    Dijo que este despliegue territorial no solo responde a números, sino que busca cualificar el ejercicio del poder popular mediante la instalación de equipos de trabajo articulados a las siete Grandes Transformaciones.

    En ese sentido, Marcano subrayó la simbiosis entre las escalas de gobierno —regional, local y comunal— como clave para el fortalecimiento institucional y la escucha activa del pueblo organizado. “Hay una simbiosis bien interesante… creo que es una tierra que tiene muchas oportunidades en este momento histórico, que estamos viviendo de fortalecimiento del poder popular”, afirmó.

    Sala de Autogobierno

    La comunera Betzaida Cedeño destacó el papel de la Sala de Autogobierno como acelerador de procesos colectivos: “La Sala de Autogobierno ha llegado aquí en el momento preciso, porque esta sala permite unificar, permite planificar muchas cosas… ha llegado a organizar más y a ponernos en contexto con las Siete Grandes Transformaciones”.

    Comentó que cada transformación tiene su día de reunión, y en esas jornadas se establece la metodología de trabajo según las necesidades del territorio. En el área productiva, por ejemplo, la comuna proyecta la creación de consejos campesinos para fortalecer la siembra de alimentos. “No tenemos muchas extensiones de tierras para producir, pero lo estamos proyectando… para fortalecer la siembra de alimentos, de hortalizas o de tubérculos”, subrayó.

    Confirmó que uno de los logros recientes en la Comuna Ecológica Sueño del Comandante Eterno Hugo Chávez Frías ha sido la adquisición de un vehículo para la recolección de aseo urbano, que permite generar ingresos propios y avanzar hacia formas de autosustentabilidad: “Mediante este vehículo nosotros vamos obteniendo recursos… sentimos que estamos siendo autosustentables, en cierto modo, de acuerdo con los ingresos que podamos tener”.

    Betzaida Cedeño indicó que la visión comunitaria en la Comuna Ecológica Sueño del Comandante Eterno Hugo Chávez Frías también se manifiesta en prácticas cotidianas en el territorio, que vinculan el cuidado de la naturaleza con la dignificación del espacio común. “Estamos trabajando en un vivero con plantas ornamentales, frutales y de reforestación”, indicó.

    La madre tierra como sujeto

    Sobre la madre tierra como sujeto —y no como objeto de explotación— constituye uno de los desafíos centrales del Sistema de Gobierno Popular y Comunal en el territorio. Así lo planteó Sandino Marcano, al reflexionar sobre el proceso de conciencia que vienen desarrollando las comunas del estado Sucre: “Es un proceso de conciencia… que nos falta mucho, pero que es necesario porque es un territorio que brinda muchas oportunidades para el tema del alimento, la producción de alimentos en general”.

    El director general de Políticas Públicas Comunales destacó que, más allá de los nombres extensos y simbólicos que adoptan las comunas —“ecosocialista productiva”, “agrominera productiva”— lo fundamental es cómo se construye una relación sostenible con el territorio.

    Marcano indicó que, al igual que en la Comuna Ecológica Sueño del Comandante Eterno Hugo Chávez Frías, otras comunas están desarrollando proyectos de reforestación y viveros.

    Poder obediencial

    La construcción del Sistema de Gobierno Popular y Comunal en Venezuela implica una reconfiguración profunda del ejercicio del poder, donde el pueblo no solo participa, sino que manda. Sandino Marcano reivindicó el legado de Chávez como fundamento ético y político de esta transformación. “Quien está casado realmente con lo que nos dejó Chávez en el marco del legado, del fortalecimiento, de la construcción del poder popular, le pega de una vez… porque además creo que es la discusión de este momento”, dijo.

    El llamado del presidente Nicolás Maduro a conformar Sistema de Gobierno Popular y Comunal se interpreta como una convocatoria a centrar el poder en la gente, y a subordinar las instancias tradicionales —gobernaciones, alcaldías, ministerios— al mandato del pueblo organizado. “Que el poder obediencial realmente sea realidad… y que haga que las otras instancias que por ahora persisten en espacios de poder… se pongan realmente al servicio de lo que está buscando la gente”, declaró.

    Sin embargo, el director general de Políticas Públicas Comunales advirtió sobre los riesgos de reproducción del modelo burgués dentro de los propios espacios comunales. En este aspecto, coincidió con la periodista Nerliny Carucí, quien dijo que la fetichización del poder, lejos de construir democracia participativa, puede derivar en formas representativas que contradicen el espíritu del socialismo comunitario.

    “A veces… lo que vemos es la copia del modelo del Estado burgués… en vez de llevarnos a la democracia participativa y protagónica, lo que tenemos realmente no es más que una democracia representativa, solo que en un territorio”, alertó.

    De la crítica al consumismo al equilibrio ancestral

    Para Sandino Marcano, director general de la Oficina Estratégica de Seguimiento y Evaluación de Políticas Públicas del Ministerio del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales, transformar el modelo de producción y consumo implica mucho más que reciclar. Según él, el verdadero cambio exige revisar las lógicas que sostienen el consumismo y la destrucción sistemática de la naturaleza no humana.

    “La gente tiene que entender que no es el reciclaje la solución: es cambiar el modelo, que me haga tener menos plástico, que me haga ser menos invasivo con la naturaleza… que me haga detener el consumismo de cosas que nos destruyen simplemente por tenerlos en un anaquel”, aclaró.

    Apuntó que la propuesta no es volver a un pasado idealizado, sino construir criterios desde el territorio, reconociendo sus potencialidades y promoviendo un proceso de concientización que garantice equilibrio y sostenibilidad. “Tiene que haber un equilibrio si queremos dejarle algo a nuestros hijos, a nuestros nietos, a nuestros bisnietos… porque si seguimos, iremos directo a la destrucción de la vida”, advirtió.

    En ese mismo sentido, Betzaida Cedeño reivindicó el modo de vida ancestral como fuente de sabiduría territorial y práctica ecológica. Planteó la necesidad de mantener el equilibrio entre lo que se construye y lo que se preserva.

    “No podemos simplemente destruir un espacio… hay que mantenerlo. Si talamos un árbol, ya sabemos que lo vamos a suplantar por otro… eso se trabaja en las comunidades, siempre cuidando de mantener esos espacios, mantener y respetar la naturaleza”, expresó.

    Repensar el modelo pesquero

    Sobre el tema de la pesca en el estado Sucre, Sandino Marcano refirió que anteriormente existía “una lógica destructiva… porque había pesca de arrastres, grandes cantidades de sardinas, atuneras, que hoy no quedó ninguna”, recordó.

    Expuso que la crisis climática global y la pérdida de biodiversidad han alterado los ciclos naturales, haciendo inviable la reproducción de modelos industriales que no consideran el equilibrio ecológico. Marcano alertó sobre el riesgo de repetir errores bajo el disfraz de modernización comunal.

    “Siempre está latente el volver a cometer el mismo error… pensar que el proyecto de la comuna en torno al tema de pesca es poner una planta procesadora industrial… y eso va a ser la solución es cometer el mismo error”, dijo.

    En tal sentido, Sandino Marcano recalcó que se trata de un reto muy grande en estados como Sucre. “Porque si hablamos de la pesca, hay una gran potencialidad; son comunas las que están en ese territorio. Pero ¿cómo generamos procesos de formación y debate que permitan construir un modelo distinto, sin replicar lo que ya conocemos?”, enfatizó.

    En el marco de la Sexta Gran Transformación, el agua emerge también como uno de los desafíos más urgentes y complejos para las comunas del estado Sucre. Sandino Marcano lo reconoce como un problema estructural que atraviesa todas las escalas de gobierno. “Es crítico, es uno de los retos más grandes en servicios que tenemos allá, y es un reto para toda la escala de gobierno en el estado Sucre”.

    Sin embargo, advirtió que la discusión no puede reducirse a la infraestructura —tuberías, pozos profundos—, sino que debe avanzar hacia una conceptualización ecológica que permita repensar el vínculo con el agua desde la lógica del cuidado y la regeneración. “Todavía nos quedamos mucho en la lucha de que me llegue la tubería… y no en la conceptualización real de cómo sembrar incluso el agua”, subrayó el director de Políticas Públicas Comunales.

    Deseo de comuna

    De acuerdo con Betzaida Cedeño, enlace de la Sala de Autogobierno de la Comuna Ecológica Sueño del Comandante Eterno Hugo Chávez Frías, la participación juvenil en los procesos comunales ha comenzado a tomar fuerza, especialmente a raíz de la Consulta Nacional Popular de la Juventud, el pasado 27 de julio de 2025.

    Betzaida Cedeño lo catalogó como un hito que ha permitido sumar nuevas voces e ideas al trabajo colectivo. “Se han sumado muchos jóvenes al trabajo… muchos jóvenes con ideas que nos hacen avanzar también”, expresó.

    No obstante, acentuó que aún falta por motivar, por conmover, por hacer comprender que el camino comunal no es una consigna del pasado, sino una vía concreta para decidir el futuro desde las comunidades.

    “Algunos todavía no comprenden que este es el camino… el camino donde, de verdad, nosotros vamos a poder asumir y seguir decidiendo cómo va a ser nuestra vida en las comunidades, cómo vamos a transformarnos”, platicó.

    La transformación, como señaló Sandino Marcano, no se logra solo desde la razón, sino desde el territorio, desde el contacto directo con las experiencias vivas que muchas veces pasan desapercibidas. “Tenemos que ir al territorio como comunidad… generar el sentimiento que siente uno cuando llega a una comuna y ve cosas maravillosas que se están realizando. A veces la gente no sabe que es la propia gente… su vecino, su vecina, que está haciendo esas maravillas”, reflexionó Marcano.