“Pueblo a pueblo, hacemos más fuerte el trabajo en la producción sana de alimentos”

Nota de Prensa

Caracas, 3 de diciembre de 2025.- “Cuando el Comandante Chávez afirmó ‘Comuna o nada’, nos estaba entregando la respuesta: el pueblo, organizado en comunas, tiene la capacidad de proyectarse hasta los espacios más amplios e infinitos”. Así lo dijo Laura Lorenzo, coordinadora nacional del Plan Venezolano de Producción Comunitaria de Alimentos Pueblo a Pueblo, al […]

Caracas, 3 de diciembre de 2025.- “Cuando el Comandante Chávez afirmó ‘Comuna o nada’, nos estaba entregando la respuesta: el pueblo, organizado en comunas, tiene la capacidad de proyectarse hasta los espacios más amplios e infinitos”. Así lo dijo Laura Lorenzo, coordinadora nacional del Plan Venezolano de Producción Comunitaria de Alimentos Pueblo a Pueblo, al recordar que este proyecto se ha convertido en una experiencia concreta de articulación entre campo y ciudad.

Durante su participación en el programa radial “En clave comunal”, Lorenzo explicó que Pueblo a Pueblo nació en Carache (estado Trujillo) en 2015, inspirado en el legado de las luchas campesinas de los años sesenta y en la organización popular que ya se expresaba en la Comuna Chávez y Bolívar.

Contó que desde allí comenzó a tejerse una red que enlazó territorios productivos rurales con comunas urbanas como El Panal 2021 y Amalivaca, ambas ubicadas en Caracas, y las mujeres organizadas de San Agustín del Sur. La lógica: acortar la distancia entre campo y ciudad, reconocerse como un solo sujeto y planificar la producción de acuerdo con las necesidades de consumo de las comunidades rurales y urbanas.

Laura Lorenzo, quien es integrante de la Comuna Chávez y Bolívar, relató que en sus primeros cinco años de trabajo, antes de la pandemia, el plan logró distribuir más de 4,5 millones de kilos de alimentos —frutas, verduras, hortalizas, maíz y azúcar— en 251 jornadas semanales de abastecimiento comunal, atendiendo directamente a más de 300 familias. La experiencia se consolidó como respuesta a la guerra económica, generando puntos de abastecimiento alternativos y extendiendo su alcance hacia las escuelas. Desde 2018, y con mayor intensidad a partir de 2022 tras un encuentro con el presidente Nicolás Maduro, Pueblo a Pueblo atiende mensualmente a más de 100 000 niños, niñas y adolescentes en el Distrito Capital y otras ocho entidades del país, garantizando el suministro de 100 toneladas de alimentos frescos.

Precisó que el plan Pueblo a Pueblo se sostiene fruto de la participación directa de las familias campesinas organizadas. “Aproximadamente, tenemos 450 familias campesinas que, dependiendo del ciclo productivo, aportan su producción a estos espacios”, explicó.

La coordinadora nacional agregó que a este esfuerzo se suman las familias pescadoras del estado Sucre, quienes han fortalecido la distribución de alimentos en las comunidades. “Estamos trabajando con 20 compas de San Miguel Maconta y de Yaguaraparo que están aportando el pescado que se está distribuyendo en este momento”, señaló.

La lucha por un “suelo vivo”

En el desarrollo del plan Pueblo a Pueblo, la ingeniera agrónoma Laura Lorenzo destacó que uno de los aspectos más importantes ha sido el acompañamiento permanente a las comunidades y el intercambio de saberes.

Expuso que este proceso busca contrarrestar la lógica de la agricultura “moderna”, que tiende a separar a la gente de la tierra y a imponer prácticas sintéticas y transgénicas que deterioran los suelos. “Esas prácticas están desangrando la tierra porque lo que están haciendo es dejándonos sin tierra”, advirtió.

Subrayó que el debate productivo se centra en cómo abandonar el uso de agroquímicos —a los que llamó venenos— y recuperar la relación ancestral de cuidado con la tierra.

Para enfrentar este desafío, el movimiento ha impulsado talleres, asambleas y reuniones en los territorios, además de iniciativas concretas como la creación de biofábricas. Dijo que estos espacios permiten a las familias campesinas producir insumos para la siembra, incluidas las semillas, reduciendo la dependencia de marcas comerciales y de importaciones.

En conversa con la periodista Nerliny Carucí, Laura Lorenzo resaltó que actualmente hay productores en Caracas que están sembrando con semillas propias de cilantro, cebollín y ajo porro, rubros que tradicionalmente dependen de semillas extranjeras.

La barquisimetana se refirió también a las alianzas con organizaciones campesinas de otras regiones, como los Productores Integrales del Páramo (PROINPA), cuyo trabajo en la producción de semillas de papa y otros cultivos fue reconocido este año por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

“Pueblo a Pueblo está enmarcado en cómo hacemos más fuerte el trabajo en la producción sana de alimentos, reconociendo el papel de la tierra y que la tierra es un ente vivo. Por eso tenemos nuestro lema de ‘suelo vivo’, y es eso lo que tenemos que cuidar para garantizar la producción de alimentos en este momento y para las futuras generaciones”, afirmó Lorenzo.

Ruralizar la ciudad

Para Laura Lorenzo, el reto de Pueblo a Pueblo no se limita a producir alimentos, sino a transformar los imaginarios heredados de la llamada _revolución verde_, que separaron a la población urbana de la madre tierra y de la vida del campo, donde se cultivan los alimentos.

“Aquí es muy importante el intercambio que hay, el intercambio que tiene que haber de saberes, para ir deslastrándonos de toda esa información que nos han venido metiendo desde hace mucho tiempo”, explicó.

La comunera señaló que ese acercamiento se concreta cuando las comunas urbanas visitan los espacios productivos en Carache (Trujillo), Sucre, Yaracuy o Lara, y reconocen los lugares dónde se cultivan el tomate, la papa o la cebolla, visibilizando el papel de las familias campesinas que históricamente han sido invisibilizadas.

Apuntó que a partir de ese contacto, las comunidades urbanas descubren que también pueden sembrar en sus propios espacios, incluso en las escuelas, donde se desarrollan iniciativas como los Conucos Escolares Carlos Lanz, impulsados por el Ministerio de Educación de Venezuela. Indicó que allí los niños producen cebollín, ají y otros rubros que necesitan para hacer los aliños.

Lorenzo recordó que la pandemia fue un momento clave para resignificar la producción, cuando muchas familias se dieron cuenta de la importancia de volver al campo y producir alimentos básicos como huevos, carne de cerdo o conejo, además de hortalizas. “La principal herramienta que hemos tenido como plan es el acercamiento, que la gente conozca, que se conozcan las familias campesinas y las familias que consumen”, afirmó.

De acuerdo con Laura Lorenzo, el intercambio de saberes entre el campo y la ciudad es la clave para eliminar las distancias entre ellos y consolidar la idea de que todos tienen la capacidad de producir alimentos.

Aprendizajes junto al pueblo

Laura Lorenzo manifestó que los aprendizajes más valiosos de estos diez años de Pueblo a Pueblo provienen directamente de la gente. Recordó que su formación académica estaba orientada a atender grandes empresas y terratenientes, pero fue el contacto con las comunidades lo que le enseñó el verdadero sentido de sembrar.

“Con mucha humildad, aprendí de la comunidad, al igual que varios compañeros que integramos el plan. Aunque tuvimos la oportunidad de asistir a una universidad, reconocemos que quien verdaderamente nos graduó fue nuestro pueblo. Un pueblo humilde —y digo humilde, porque lo es en esencia—, por cuanto sabe compartir sus conocimientos”, afirmó.

Enfatizó la capacidad de las familias campesinas para planificar una siembra en minutos, a partir del conocimiento que tienen sobre los ciclos de la madre tierra. “Yo creo que uno de los momentos que más orgullo nos da de tener este contacto directo es cuando te sientas a planificar una siembra y llega uno de nuestros compañeros campesinos: en apenas quince minutos te elabora todo lo que a nosotros, como ingenieros, nos tomaría buscar información, revisar y consultar libros. Ellos lo hacen en quince minutos”, subrayó.

Para Lorenzo, esa sabiduría práctica ha sido fundamental para sostener el plan frente a la agresión del imperialismo occidental contra el país. “Los pueblos se mantienen, los pueblos resisten. Y nuestro pueblo, independientemente de toda esa guerra, sigue sembrando”, destacó.

La comunera relató que, pese a los problemas con el combustible o las semillas (como consecuencia de los efectos de la agresión imperialista contra Venezuela), las comunidades siempre han encontrado soluciones. Esa capacidad de resolver y de mantener la producción ha sido clave para enfrentar la propaganda y las adversidades.

“Cuando aquí nos escondieron los alimentos, cuando la gente tenía que hacer cola y no había harina precocida, ni pasta, ni arroz, estaba entonces la auyama, la papa, la zanahoria, la yuca. O sea, estaba nuestro pueblo produciendo”, evocó.

Laura Lorenzo aseguró que esa resistencia productiva es la mayor enseñanza de un pueblo que garantiza la continuidad de la vida y la soberanía alimentaria.

Cultivos y producción comunitaria

En su balance, Laura Lorenzo detalló la diversidad de alimentos que se producen actualmente bajo el plan Pueblo a Pueblo en distintos territorios del país. En el estado Mérida, específicamente en Santo Domingo, se cultivan zanahoria, papa, remolacha, cebolla, cebollín y cilantro. En Barinitas, en el municipio Bolívar, estado Barinas, la producción se centra en el plátano y se articula con la atención de las escuelas, integrando el trabajo productivo con la formación educativa.

En Portuguesa, la Comuna Chiriguare en Ospino impulsa la siembra de topocho, plátano y yuca, mientras que en Lara la producción se extiende por los municipios Jiménez, Morán e Iribarren, con rubros como cambur, cebolla, calabacín, pepino, remolacha, cebollín y apio España.

La coordinadora nacional del Plan Pueblo a Pueblo resaltó también el trabajo en Yaracuy, en el municipio Veroes, considerado cuna afrodescendiente, donde se producen plátano, auyama y yuca. En Anzoátegui, el municipio Anaco ha activado la producción de maíz y hortalizas como calabacín y pepino. En Sucre, el plan se desarrolla en la zona costera de Cruz Salmerón Acosta y Yaguaraparo, con camarones y pesca artesanal, además de experiencias en Carúpano con pescadores/as organizados/as.

“También hemos tenido un contacto productivo en el estado Cojedes, donde la gente está produciendo. Allí destacan cultivos de melón, yuca y apio; en fin, todo ese esfuerzo productivo que enlaza la zona cercana del llano con la parte central, y que se trabaja junto a los compañeros de la región”, dijo.

En Caracas, se cultivan hortalizas como cebollín, apio España, ajo porro, tomate, pepino y calabacín.

Laura Lorenzo agregó que, en el Distrito Capital, Pueblo a Pueblo trabaja en la Cota 905 atendiendo escuelas y proyectando la recuperación de zonas forestales y siembra junto a la Comuna Soberanía y Libertad. También se articulan iniciativas con la Comuna Sueño de Zamora en la parroquia El Valle, con la Radio Negro Primero en la parroquia Altagracia, donde se realizan intercambios de saberes.

El agua como derecho humano

Para Laura Lorenzo, coordinadora nacional del Plan Pueblo a Pueblo, el debate sobre el agua ocupa un lugar importante en las discusiones de este movimiento. Refirió que ya se han realizado tres conversatorios —en la Cota 905, en la parroquia La Vega y en San Agustín del Sur— donde se aborda el agua como un derecho humano y no como un negocio. “Para los grandes consorcios internacionales, el agua es un negocio: no es un derecho humano”, advirtió.

Explicó que, junto a compañeros del Instituto Nacional de Parques (Inparques), se han impulsado actividades para proteger las zonas de amortiguación en los parques nacionales, donde nacen ríos y montañas vitales para el abastecimiento. Con acciones de reforestación y cuidado comunitario, señaló que Venezuela aún está a tiempo de evitar el escenario que ya viven otros países, donde el agua se comercializa como un bien de lujo.

“Aquí en Venezuela todavía estamos a tiempo de detener esos procesos de destrucción, en especial los originados por la deforestación y por el mal cuidado que algunos conglomerados humanos han tenido con el agua, producto de los imaginarios modernos. Precisamente porque estamos a tiempo, podemos revertir los daños que ya se han iniciado en lo que respecta al recurso hídrico. Y, por supuesto, debemos garantizar que nuestras comunidades campesinas, así como las que habitan en urbanizaciones y zonas urbanas, tengan acceso al agua. El agua es un derecho humano”, declaró.

En su meditación, Laura Lorenzo reafirmó que el agua es un elemento esencial para la vida y para la producción de alimentos, por lo que ocupa un lugar central en las discusiones de las comunas. “Sin agua nosotros no podemos vivir, ni producir alimentos”, afirmó.

Ilustró que en varios proyectos se ha incorporado la práctica de la siembra de agua, a través de la reforestación de las orillas de los ríos y la plantación de frutales como el aguacate, acciones que ayudan a preservar las fuentes de agua.

Acentúo la importancia de reflexionar sobre cómo los sistemas productivos inciden en el uso del agua y la necesidad de evitar su desperdicio. “Las plantas consumen agua y así tienen un consumo limitado; no necesitan agua de más”, señaló.

La ingeniera Laura Lorenzo indicó que estos procesos de conocimiento se fortalecen mediante talleres y actividades en los territorios donde están asentadas las comunas productivas. “Es necesario, sobre todo en lo que respecta a la canalización del agua de lluvia y al respeto de sus ciclos. Nosotros no contamos con cuatro estaciones, sino con un ciclo de lluvias y un ciclo seco; de allí surge la pregunta de cómo realizar la planificación en función de la disposición de agua existente”, expresó.

La descolonización del estómago

Según Laura Lorenzo, uno de los desafíos más profundos de Pueblo a Pueblo es transformar los patrones de consumo impuestos por la lógica de los alimentos ultraprocesados y recuperar la tradición culinaria autóctona. “¿Cómo descolonizamos y cómo cambiamos esos patrones introducidos de consumo que han afectado nuestra producción nacional?”, planteó.

Recordó que muchos rubros como el quinchoncho, los distintos tipos de frijol o la arepa pelá fueron desplazados por productos industrializados.

Explicó que este proceso se trabaja en talleres y encuentros comunitarios, donde se promueve la consigna de “comer lo que producimos”, de acuerdo con prácticas responsables con la madre tierra. Para ello, el movimiento Pueblo a Pueblo ha elaborado dos recetarios y avanza hacia un tercero, con un enfoque en la cocina conuquera, que busca rescatar los olores, sabores y colores de la comida tradicional, así como la práctica de comer en familia y en comuna.

Lorenzo señaló que se han incorporado procesos mínimos de transformación de alimentos, como la hidratación y los encurtidos, para prolongar su vida útil y diversificar la dieta. Entre los productos que se están presentando, figuran pasta de tomate y encurtidos de calabacín y pimentón, elaborados directamente por las comunidades.

“Así vamos recuperando lo sabroso que es comer en comuna y lo sabroso que es comer lo que estamos produciendo, de acuerdo con nuestras formas de cultivar, además con todos esos colores hermosísimos que tienen nuestros cultivos tanto en el campo como cuando los llevamos a la mesa”, afirmó.

Para culminar su participación en el programa “En clave comunal”, la coordinadora nacional del Plan Venezolano de Producción Comunitaria de Alimentos Pueblo a Pueblo, Laura Lorenzo, dejó a disposición su contacto celular para los que quieran interactuar con este movimiento venezolano: +58 0416-5603187.

Universidad Nacional de las Comunas UnaCom

Equipo Rectoral

Magaly Newton

Secretaria General

Vicerrectora de Formación e Investigación Comunal

Vicerrector para la Economía Comunal

Democracia y Sociedad Comunal

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